Cuando los radicales somos nosotros. Conga visto desde el Facebook
Por Julio Chumpitazi
Existen situaciones que parecen incentivar el intercambio de opiniones, como si todos o casi todos tuviéramos algo que decir al respecto. El uso masivo de los social media en el último lustro ha potenciado esta tendencia, sin que esto garantice una mayor disposición para el diálogo.[1] Por el contrario las discrepancias irracionales, el reparto gratuito de diatribas, los argumentos tautológicos y demás recursos retóricos suelen ser el pan de cada día.
Tal y como sucedió durante las elecciones presidenciales del año pasado, actualmente podemos observar que el conflicto social en torno a la viabilidad del proyecto minero Conga ha desatado en los diferentes social media una serie comentarios sencillamente inadmisibles. Considero pertinente admitir estas fuentes como pequeños laboratorios para el análisis de los mecanismos que impiden el diálogo y el establecimiento de acuerdos aceptables para las partes, en este caso particular y en los conflictos sociales en general. No se trata de pensar que estos espacios proveen de una imagen fidedigna del comportamiento total de participantes, sino que su estructura hace posible encontrar reflejos del conflicto lo suficientemente adecuados como para analizar los aspectos antes señalados.
Exploraremos esta posibilidad, enfocando nuestro lente sobre los discursos que emergen en torno a un caso específico tomado del Facebook, para ensayar una caracterización inicial de las posiciones y mecanismos que se tejen en torno al conflicto Conga. Intentaremos poner a prueba la idea de que el comportamiento asumido por los participantes tiende hacia la polarización de intereses en lugar de la confluencia de objetivos, cuando la estructura propia del fenómeno hace posible que una estrategia inversa dé mejores resultados. Se forma de esta manera un sistema de realimentación positiva que lleva a los participantes al uso de argumentos y actitudes cada vez más beligerantes e inconsistentes.
A continuación expondremos sucintamente el caso seleccionado. Queda por advertir que no se pretende presentar un ensayo académico acabado, sino un análisis exploratorio que aproveche el estilo coloquial propio de un debate de este tipo.
Comentarios que sacan chispas: un espejo Facebook de Conga
Nuestro caso se inicia con la actualización de estado que un joven antropólogo e investigador (de aquí en más el Autor) realizó en su muro Facebook a propósito de la muerte de cuatro personas en la localidad de Celendín el pasado 03 de julio, y que a la sazón dice lo siguiente: “Es hora de detener la furia asesina de Humala y Yanacocha. Ni un muerto más!!! (sic)”.[2]
La primera reacción provino nada más y nada menos que de un reconocido investigador y ex profesor del mencionado(a partir de ahora el Primer Comentarista), que tuvo a bien cuestionar lo que consideraba un exagerado parcialismo y una aparente falta de pruebas: “No está claro de quién ha sido "la furia asesina". Estas declaraciones a priori no esclarecen nada, sino crean un ambiente de violencia que mejor se debería evitar. Algo hay que aprender de los años ochenta”. (Comentario 1)
Este comentario “saca chispas” encendió la mecha del debate, al cual se sumaron otros seis interlocutores. La mayoría de ellos apoyaron la posición del Autor (percibida como la políticamente “correcta”), e hicieron patente su discrepancia e incluso indignación frente a las apreciaciones y argumentos del Primer Comentarista, quien los interpelaba. Únicamente una de las participantes se atrevió a sumarse a las apreciaciones de este último.
De este modo se formaron dos grupos que en lo sucesivo confrontarían sus argumentos, no sin una apreciable cantidad de deslices. Veamos a continuación algunos extractos altamente representativos del conjunto del debate de acuerdo a cada grupo.[3]
Grupo del Autor
“Creo que en el fondo todos somos conscientes de "quièn" defiende "què"; y no hace falta explicar de que lado surge la "mayor violencia". No creo a estas alturas y ante las circunstancias, argumentos como el :" no estuve presente", sirvan de excusa para dejar de emitir opiniones serias en tanto nuestra condición de cientificos sociales (sic)”. (Comentario 4)
“Por otro lado, el nivel de confianza y representatividad se puede ver en el liderazgo de algunos actores sociales. En Cajamarca la mayoría de personas-sobre todo la de las zonas rurales-respalda la gestión de Gregorio Santos y apoya la lucha contra Conga. También, ven con simpatía a Marco Arana ya que es un activista que ha estado trabajando años con las rondas campesinas, frentes de defensa y organizaciones sociales. Si estos lideres no tuvieran apoyo de las mayorías hace tiempo la lucha emprendida por las comunidades afectadas por el proyecto Conga hubiese fracasado”. (Comentario 10)
“Cualquier persona, no sólo un gran "intelectual" de las Ciencias Sociales, entiende que en un movimiento existen diversos intereses y convicciones ideológica. Lo que no me parece un buen análisis desde las Ciencias Sociales, es intentar explicar el movimiento anti-minero en Cajamarca enumerando intereses y características de ciertos personajes mediáticos. No creo que sea adecuado valorar los hechos de violencia ocurridos desde una óptica racional-"pacifista" que intenta repartir responsabilidades y diluir el problema en una suma de intereses inconexos, ocultos (sic)”. (Comentario 17)
“Me sorprende que un Científico Social sugiera que las personas que no avalamos la represión del Estado, "no pensemos bien antes de opinar y no estamos informados". Mejor sería pensar que tenemos posiciones políticas diferentes (sic)”. (Comentario 39)
Grupo del Primer Comentarista
“Si se trata de gobiernos son varios que estan ahi en pugna el fundamentalista presidente regional (de Patria Roja), el presidente de la República, los intereses no confesados de Marco Arana, representando a Grufides, una agrupación financiada desde el exterior y otra que se llama Patria y Libertad, que se dice ambientalista, pero actúa solo en ciertos contextos (en Puno por ejemplo no) y otros. La gente que he visto en Cajamarca y acá no aparecen, salvo muerta, por quienes no sé. Por lo tanto ninguno de estos actores políticos me parece confiable y ninguno me parece que represente a la gente (sic)”. (Comentario 9)
“Es un error serio en esta situación hablar constantemente de LOS "cajamarquinos". […] Los que somos de CCSS deberíamos saber que los intereses en un departamento, en provincias, en pueblos, incluso en familias pueden ser diversos y contrapuestos. Hablar de LOS cajamarquinos es subirse a un carro político a la ligera”. (Comentario 16)
“El gobierno de Humala, aunque no les guste a los limeños, es ante todo un gobierno que defiende los intereses de una buena parte de los limeños. […] Así que el comentarista que me antecede, debería pensar si Humala difiende la empresa, o el funcionamiento de la sociedad limeña”. (Comentario 18)
“[…] Es obvio que es injusto y desigual la distribución de lo obtenido por la minería, eso debe cambiar y tmb las condiciones sobre las que que ésta se ejerce! vaya, entienden lo que quieren entender y repiten las frases de antimineros como si se estuviesen enfrentando a quienes dicen que el proyecto va como sea y bajo cualquier cirscunstancia, lo cual es tan intransigente como decir que no va a como de lugar (sic).” (Comentario 37)
“Si, no soy fundamentalista, de ahí mi pensamiento político es diferente”. (Comentario 40)
¿Un diálogo imposible?
Argumentos sostenibles y críticas válidas en varios casos, perogrulladas en otros, falacias de todo calibre, un tanto de arrogancia académica, algo de relativismo epistemológico y gnoseológico lamentables, una pizca de las infaltables arengas panfletarias y una apreciable porción de información parcial o “sin confirmar”, fueron los ingredientes de un menú compuesto por varios “platos” de difícil digestión.
Lo más resaltante a este respecto es la reproducción que ambos grupos hacen de algunos “mitos sobre Conga”. Encontramos, por ejemplo, que en los comentarios 9, 10 y 37 el argumento de los intereses políticos es utilizado para deslegitimar la posición contraria, al mismo tiempo que se trata a los personajes referidos como los actores más relevantes y se “ven anti-mineros donde no los hay”.[4] Estas y otras perlas reflejan la parte de los discursos públicos en al conflicto Conga que precisamente deseamos revisar y que en líneas generales –no sin matices y contradicciones– podemos agrupar en dos posiciones aparentemente irreconciliables.
La primera posición –correspondiente al Grupo del Autor– ve el conflicto como reacción contra la prepotencia del estado y los intereses privados, y concibe el movimiento social como gesta heroica. El actor principal es “El Pueblo” y el responsable de las muertes es el gobierno quien hace monopolio del uso legal de la violencia al servicio de los intereses privados, con el beneplácito de los medios de comunicación convencionales. Paradójicamente, la capacidad de agencia es propia de los líderes y autoridades, mientras que el resto parece estar subsumido en una suerte de voluntad colectiva única (como si todos apuntaran románticamente a lo mismo: el bien común). Su principal fuente de información son los testimonios locales y la información vertida a través de la prensa “alternativa” de internet. Sus ideas referentes para el análisis están más cerca de ciertos aspectos teóricos del marxismo estructural (en su versión más mecánica) que de una teoría del conflicto o una teoría de juegos que permitirían un análisis sistémico del fenómeno.[5]
La segunda posición – correspondiente al Grupo del Primer Comentarista– concibe el conflicto como la puesta en juego de los intereses contrapuestos del Estado, empresas, medios de comunicación, líderes y autoridades locales. Estos últimos serían los titiriteros que mueven los hilos de una masa de “marionetas” y los principales responsables de las muertes acontecidas.Para disgusto de su contraparte, “El pueblo” desaparece de escena junto con su voluntad colectiva por el bien común. El movimiento social, por lo tanto, no constituye un fenómeno emergente sino el resultado de la habilidad movilización de unas pocas “cabezas”. Su principal fuente es la prensa convencional y su marco de referencia constituye más de una actitud supuestamente abierta respecto a las posibilidades explicativas, que una fuente teórica o metodológica seria. Esta actitud, tan a pelo de la retórica posmoderna, relativiza los hechos hasta llevarlos al borde de lo risible y condena la asunción de una posición específica respecto al conflicto debido a que “suena tanto a ideas preconcebidas”.
Como ocurre con el conflicto de Conga, en este escenario de debate no encontramos un elemento de intermediación adecuado, que permita construir códigos comunes para mejorar la comunicación entre las partes. Por el contrario, parece quedar corto el espacio para enumerar las múltiples limitaciones y yerros de la posición contraria, al mismo tiempo que se ensalza la clarividencia de la propia como si se tratara un fino acercamiento y análisis más inteligente del problema. En otras palabras, ambas posturas se niegan a conceder la posibilidad de que el contrario pueda tener algo de razón o que parte de sus argumentos puedan ser igualmente válidos.
Sin embargo, resulta saludable que la primera posición asuma esto como práctica consciente (ver comentarios 4 y 39), ya que en cualquier caso resulta más fácil trabajar con actores que asumen posiciones claras. Por el contrario, la segunda posición resulta altamente problemática en tanto se autodefine neutral frente a las valoraciones y más precisa que su contraparte (ver comentarios 37 y 40), a pesar del uso constante de retórica posmoderna que relativiza los argumentos contrarios. En igual medida, resulta por lo menos irónico que se escandalice frente al rótulo –ciertamente reduccionista– de “los cajamarquinos”, y ni siquiera se inmute cuando habla de “los limeños” (ver cometarios 16 y 18), haciendo un elogio a la generalización apresurada y la vaguedad que repite la cometida en aquella vieja idea de la “racionalidad andina”.
Por otra parte, resulta igualmente evidente que existen tantas coincidencias y críticas mutuas válidas que no sería descabellado pensar que la situación es como la de un juego cooperativo.[6] En efecto, el hecho mismo que se formen grupos implica que al interior de ellos los participantes deben cooperar de distintas formas; pero cuando estos cooperan con los del grupo rival, se comportan como si se encontraran en un juego de suma cero[7] y por lo tanto no admiten concesiones a la otra posición. En lugar de compartir información, revisar los argumentos propios a partir de las críticas del contrario y reforzar los elementos en común, los participantes de uno y otro bando optan por endurecer sus posiciones y no dar pie a otro nivel de cooperación que permitiría lograr aquello que en el fondo ambos buscan: el análisis y explicación plausibles del fenómeno.
A modo de conclusión: ¿un callejón sin salida?
El proceso que hemos analizado parece llevarnos hacia un callejo sin salida. La poca predisposición de los participantes para encontrar aspectos en común entre sus discursos –aunque algunos salten a la luz frecuentemente– y la fuerte tendencia a llevar cada vez más al extremo las posiciones conforme avanza el debate, nos coloca en un escenario en que el diálogo resulta bastante difícil. La segunda posición resulta especialmente problemática a este respecto, porque no es consciente que, contra pelo de su discurso, su práctica refuerza el entrampamiento.
A pesar de esto, el intercambio no parece haber llegado al punto límite a partir del cual resulta imposible reasumir posiciones que tiendan hacia la consecución de ciertos acuerdos; pero para lograr una posible salida a este entrampamiento, los participantes tendrían que asumir conscientemente una actitud diferente frente al proceso mismo de debate.
Unos deberían buscar más información que la proveída por panfletos o bloggers directamente involucrados en las protestas y dejar de creer que todo aquel que se opone a los “poderosos” tiene una especie de justicia “divina” de su lado. Otros por el contrario deberían dejar de creer que relativizar todo tan alegremente es signo de un pensamiento avanzado y sentar su posición con claridad en lugar de excusarse en una supuesta fobia al “fundamentalismo”, o en un caso aún más extremo imitar al gran Gabo y admitir que bajo ciertas circunstancias lo mejor es dejar de escribir. No vaya ser que resulten siendo los verdaderos radicales.
Artículo tomado de Patio de Sociales
[1] Definimos el concepto desde dos aspectos. Por un lado, como mecanismo: “Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”. Por el otro, como búsqueda un convenio, transacción y conformidad entre las partes: “Discusión o trato en busca de avenencia”. Real Academia Española. “Diálogo”. En: Diccionario de la Lengua Española (22da Ed.). Madrid: Espasa, 2001. <http://lema.rae.es/drae/?val=di%C3%A1logo>
[2] Actualización Facebook del 04 de julio de 2012 a las 02:18 horas. Consulta: 19 de julio de 2012. <https://www.facebook.com/alonso.burgos.3/posts/10150895922021400>.
[3] Todos los comentarios que forman parte del debate podrán confrontarse siguiendo el enlace anteriormente referido.
[4] Cf. MELÉNDEZ, Luis. “Cinco mitos sobre Conga”. En: Patio de Sociales, 15 de julio de 2012. Consultado: 19 de julio de 2012. <http://www.patiodesociales.com/2012/07/cinco-mitos-sobre-conga-luis-melendez.html>
[5] Nos interesan, sobre todo, los discursos emergentes, por lo cual obviamos intencionalmente al ecologismo. Con esto, además de sentar posición, llamo al debate respecto a las afirmaciones de cierto sector de intelectuales ecologistas que consideran que es posible encontrar un ecologismo emergente en cierto tipo de poblaciones (pobres, indígenas, etc.). Cf. MARTÍNEZ ALIER, Joan. El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de valoración. Lima: Espiritrompa Ediciones, 2010.
[6] De acuerdo con la Teoría de Juegos, esta clase de juegos se caracterizan porque los jugadores pueden obtener mayores beneficios al cooperar que al competir. Cf. MORGENSTERN, Oscar. La teoría de los juegos y del comportamiento económico. En: http://economica.econo.unlp.edu.ar/documentos/20090413123839PM_Economica_13.pdf
[7] En teoría de juegos, un juego de suma cero es aquel en el cual el nivel de ganancia de un jugador significa la pérdida de un nivel equivalente para el otro y viceversa, es decir que sus intereses se encuentra contrapuestos. En tales situaciones las posibilidades de cooperación son también de cero y por lo tanto los jugadores optan por competir. Cf. Ibídem.